(Música)
- ¿Y de qué quería hablarme tan privadamente?
- De la empresa, por supuesto.
- La escucho, por supuesto.
- Doña Marcela, la cité aquí porque ...
- A ver, primero vamos a aclarar algo: usted no me manda a citar ni me manda a dar órdenes. Usted podrá ser la presidente de esta empresa, pero le falta mucho, mucho, mucho para pasar por encima mio.
- Bueno, entonces por qué no asume usted la presidencia. Así nadie la va a mandar, va a poder hacer lo que quiera, y vamos a evitarnos estos enfrentamientos tan molestos.
- Aah... no me diga ¿Usted me está amenazando con que va a renunciar?
- No, simplemente le dejo el camino libre para que haga lo que quiera.
- Mire. Usted sabe perfectamente que no puede renunciar a esta empresa. Y si quiere mi cabeza ¿por qué no me lo dice claramente?.
- Lo que quiero es que me respeten. Si ustedes me llamaron aquí para que figurara como presidente de esta empresa para que no se desplomen pero me van a seguir tratando como siempre, se equivocaron. Yo no voy a permitir que me sigan humillando.
- Si usted exige respeto yo exijo lo mismo. Usted no puede llegar aquí con su familia y con sus amigos a imponer órdenes, a cambiar el reglamento de la noche a la mañana, a aceptar que sus amigas lleguen a la hora que se les de la gana, y que pasen por encima mio saltándose la disciplina, solo porque... ¿tienen a la presidente de amiga? ¡Eso yo no lo voy a permitir!
- Pues yo tampoco voy a permitir que echen a la calle como un perro a la señora Inesita, que lleva treinta años trabajando en esta empresa; ni a una mujer que acaba de tener una hija y que tiene dos más, y que lleva once años trabajando aquí. Ni a Sofía, que mantiene dos hijos porque se acaba de separar de su marido. Eso no lo voy a permitir tampoco.
- Mire... Usted no me tiene que enumerar todas esas historias porque yo las sé perfectamente. Pero esta empresa no va a admitir que ellas lleguen a la hora que quieran solo porque tienen dramas económicos.
- En eso estamos totalmente de acuerdo doña Marcela. Pero si usted entiende sus dramas, también debería entender que... que ellas no son ganado doña Marcela. Usted va a despedir a unas mujeres que están aquí desde antes que yo llegara y que le han entregado su vida a esta empresa.
- Mire Beatriz, es evidente que usted y yo no nos vamos a poner de acuerdo nunca... así que tenemos que darle una solución definitiva a esto.
- Tiene toda la razón doña Marcela, pero lo peor del caso es que ninguna de las dos se puede ir de aquí, nos comprometimos a quedarnos y tanto usted como yo estamos sometidas a grandes presiones. En el fondo usted no tiene ninguna intención de despedir a ninguna de ellas, porque usted siempre las ha defendido y ellas la ven a usted como una persona justa, que las comprende. Yo sé que lo que más le molestó es que estuvieran celebrando mi nombramiento y no que hubieran llegado tarde. Porque si fue porque llegaron tarde, también habría que despedir a su amiga Patricia Fernández, que llegó más tarde que ellas, como siempre.
- Aah... entonces ya veo. Entonces ... si salen las del cuartel sale Patricia, si Patricia se queda las del cuartel se quedan.
- No, no doña Marcela esa no es la idea. Yo creo que si vamos a seguir adelante no podemos entendernos de esta forma ni seguir manejando la empresa de esta manera. Gran parte de los roces que hemos tenido se deben a la falta de comunicación, de no hablar directamente. Usted me dijo cosas muy fuertes y desobligantes delante de todas las empleadas, y supongo lo que le habrá dicho a Patricia Fernández también. Pero yo creo que la versión que usted y yo tengamos de ellas no es la más confiable. Allá afuera se está librando una batalla campal y ya es suficientemente explosiva nuestra relación como para que no hablemos directamente.
- Claro... entonces que vamos a hacer con ellas ¿Vamos a olvidarlo? ¡Qué se quede así, que sigan llegando tarde!
- No, pero propongo que... las sancionemos. Pero que no las despidamos. Sugiero que se les quite un día de sueldo y que se les haga un llamado de atención con copia a la hoja de vida, advirtiéndoles que a la próxima falta serán despedidas.
- ¿A las del cuartel?
- Y a Patricia Fernández también. Doña Marcela, no podemos seguir patrocinando favoritismos ni amiguismos, como usted dijo la ley es la ley y es igual para todos, o si no vamos a seguir teniendo los mismos problemas.
- Ya que estamos hablando de Patricia Fernández ¿usted va a seguir con ella como secretaria de presidencia?
- Me gustaría mirar primero la situación de todas las secretarias.
- Dejen la bulla que están muy bajitos los decibles y no capto.
- Bueno, pero qué... ¿nos echaron o qué? ¿qué pasó?
- Pues estaban discutiendo. Pero después nos hicieron una canallada...hm.
- ¿Ah si? ¿Cuál?
- Es que... que bajaron el tono y perdí la señal.
- ¿Entonces? estamos en tangas (?) no sabemos nada.
- ¡Oigan! Ustedes que hacen ahí detrás de la puerta, chismosas. ¡Quítense de ahí o si no abro esa puerta y le digo a Marcela que están ahí de radares!
- Ay peliteñida déjese de ser chismosa a ver... váyase, váyase.
- Ay ya, ya, ya Sandra... déjese de pelear que ya tenemos la información que necesitamos, y no fue a ninguna de nosotras a la que echaron. Vamos.
- ¿Ah no? ¿Entonces a quién?
- Ay, no pues, peliteñida. Hoy estaban en la cuerda floja los seis puestos del cuartel y el suyo. Seis más uno, siete. Bueno... se salvaron seis puestos, así que tenemos que hacer una operación, vamos a ver si usted es capaz de hacerla ¿no?. De siete mujeres que se iban a quedar sin puesto, se salvaron seis ¿cuántas se quedaron sin puesto?
- Ay pues es muy sencillo Berta... siete menos seis, una.
- ¿Está segura?
- Claro que sí.
(risas)
- Pati entonces ¿usted sabe a quien echaron? ¿usted sabe que peliteñida se quedó sin trabajo?
(risas)
- ¡Desgraciadas! pues a mí no me pudieron echar, a mí no me pudieron echar... así que olvídenlo.
- Ay Patica tienes toda la razón, es que como Betty te quiere tanto, y tú eres tan especial con ella... pues como te va a echar. Es más, tú eres el ídolo de Betty.
- Oiga mamita, por qué no se compra un par de mediecitas pa' ir a pedir trabajo, por que así si acaso la reciben en una fundación de beneficencia.
(risas)
- Ay... no quiero ni pensar lo que hará aquella donde seamos nostras las despedidas y ella se quede.
- Aay... ¡No mija! pero por lo menos la atormentamos mientras termine la junta.
- Alo
- Patricia, por favor dígale a los ejecutivos que ya pueden pasar a la sala de juntas para empezar el comité.
- ¿Y a cuáles quiere que les llame, Betty?
- Pues al doctor Gutierrez, a don Hugo Lombardi, a Nicolás Mora y a los doctores Mario Calderón y Armando Mendoza.
- Sí, claro.
- ¿Le pasa algo Patricia?
- Qué cree que me puede estar pasando cuando ya usted decidió echarme, Betty.
- ¿Pero quién dijo eso?
- ¡Pues sus radares!
- Por favor Patricia, no quiero especulaciones... a su debido momento se les informará las decisiones que estamos tomando, pero por ahora cíteme a la gente ¿sí?
- Sí, doctora.